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MÁS DISCREPANCIAS CON STANLEY G. PAYNE

Diferencias entre las intervenciones extranjeras en la guerra civil

Payne hace en su libro –recuerden: La guerra revolucionaria–, como siempre, una síntesis precisa, en este caso de los aspectos técnicos de las ayudas (pagadas) recibidas por cada bando en la guerra civil. Sin embargo, en los datos se pierde, a mi juicio, algo de visión de conjunto.


	Payne hace en su libro –recuerden: La guerra revolucionaria–, como siempre, una síntesis precisa, en este caso de los aspectos técnicos de las ayudas (pagadas) recibidas por cada bando en la guerra civil. Sin embargo, en los datos se pierde, a mi juicio, algo de visión de conjunto.

Así, señala que a la limitada ayuda inicial alemana e italiana a Franco (que no tuvo el efecto decisivo que a menudo se le atribuye en el cruce del estrecho de Gibraltar) respondió Stalin en septiembre de 1936 enviando armas, asesores y expertos en cantidad y calidad. Para Payne, entonces "Hitler y Mussolini optaron por la escalada militar".

Creo que la escalada inicial la realizaron los soviéticos, y no solo fue importante por eso, sino por su papel clave en el desarrollo de la guerra, pues permitió prolongarla más de dos años cuando, previsiblemente, estaba cerca de terminar con la caída de Madrid.

A mi juicio, existen diferencias cruciales entre las dos intervenciones, que ningún autor, o casi ninguno, destaca lo suficiente, y que a menudo se desdibujan en la exposición de datos concretos. He aquí algunas:

– Diferencia moral: los historiadores tienden a identificar o igualar a los regímenes intervinientes como autores de genocidios y crímenes masivos. Pero es un error cronológico inadmisible. En 1936 ni Hitler ni mucho menos Mussolini habían cometido tal clase de crímenes, mientras que Stalin acumulaba ya millones de víctimas, por su política económica y por masacres y asesinatos directos. No era lo mismo, moralmente, aceptar o pedir una ayuda que otra. Esta diferencia, muy importante, debería ser claramente expuesta, pero rara vez lo es.

Franco y Hitler.– Diferencia ideológica: existe también la propensión a identificar a todos aquellos regímenes como "totalitarios" (ocupación del espacio social por el estado, aplastamiento de las libertades personales y políticas). Pero el soviético lo fue en grado más completo que el nazi y mucho más que el mussoliniano. Los dos últimos, además, surgieron o triunfaron, en parte, como reacción a la agresión revolucionaria. Y Franco, desde luego, no se rebeló en España contra una democracia, sino contra un proceso revolucionario que ya había destruido, desde el poder y desde la calle, la legalidad republicana.

– Políticamente, la intervención italogermana no condicionó de forma importante al bando nacional, que siempre mantuvo su independencia de Roma y de Berlín, tanto en el terreno militar como en la política interior y exterior. Por el contrario, la intervención soviética determinó en muchos aspectos la política del Frente Popular. Y pudo hacerlo porque tenía en su mano dos ases decisivos: el control de los suministros de armas tras el envío de las reservas españolas de oro a Moscú y un partido agente, el PCE, que llegó a convertirse en el más fuerte de las izquierdas, sobre todo en el ejército y la policía.

Estos factores debían garantizar la estrategia comunista de atraerse, en una primera fase, al mayor número de fuerzas no comunistas para vencer al "fascismo" y, en una segunda, imponerse a sus circunstanciales aliados al llegar la victoria.

Los asesores militares soviéticos tuvieron también mucha más influencia que los alemanes.

– Al examinar la política de Stalin, los estudiosos suelen centrarse en sus aspectos tácticos y se olvidan de su estrategia y grandes objetivos. Payne indica, justamente:

Todavía es habitual que los historiadores vean la política del socialismo en un solo país una prueba de que (...) Stalin (...) había abandonado la revolución mundial para adoptar una estricta política defensiva, pero no fue así en modo alguno.

También recuerda que la concepción general de Moscú se apoyaba en la idea de la inevitabilidad de una nueva guerra interimperialista, que impulsaría una segunda oleada revolucionaria en Europa. Para Stalin, la diferencia entre democracias y fascismos carecía de importancia (todos eran esencialmente imperialistas), y podía apoyar a unas o a otros según lo creyese oportuno para el objetivo esencial de que la guerra prevista estallase lejos de sus fronteras. No se puede abordar la cuestión española al margen de estas ideas básicas. Stalin intervino en España cuando el Frente Popular parecía muy cerca de derrumbarse y mantuvo la lucha todo el tiempo que pudo porque, ante todo, le ofrecía la posibilidad de propiciar ese choque interimperialista muy lejos de la URSS.

En ese designio estratégico, se esforzó por disimular la revolución en España y provocar la intervención de las democracias contra Alemania e Italia. Sin esta concepción, su política española se convierte en un contrasentido o una estupidez; o bien deberíamos creer que Stalin fue por entonces el gran campeón de la democracia –no solo la española– frente al abandono de ella por Londres y París, como sugieren Viñas y tantos otros historiadores poco serios o mal informados.

– El problema de Stalin es que había habido una revolución real, que Inglaterra y Francia temían exactamente lo que él buscaba (la expansión del conflicto español) y, por tanto, tuvo que asumir el papel que deseaba jugasen las renuentes democracias, dando al mismo tiempo pasos conducentes a su programa totalitario. Estas cuestiones las he abordado en El derrumbe de la República y en una polémica con Moradiellos.

Lo que Stalin no consiguió aquí lo obtuvo mediante el pacto directo con Hitler, y la guerra interimperialista terminó por estallar como él quería, entre democracias y fascismos, para acabar, también a su favor, en alianza con las democracias. Pero España había quedado libre de una contienda mucho más terrorífica que la civil. Fue la cautelosa y en general acertada conducción político-militar de Franco lo que arruinó la estrategia soviética en nuestro país. Me parece difícil rebatir estas conclusiones, que Payne no niega, según creo, pero que quizá no explicita lo suficiente.

 

Lea las anteriores entregas de "DISCREPANCIAS CON STANLEY G. PAYNE": 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6.

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