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SIGLO XX

Fidel Castro y el asesinato del presidente Kennedy

Otra vez está sobre el tapete la vinculación de Fidel Castro con el asesinato del presidente John F. Kennedy. Es algo que se ha dicho y escrito incesantemente. Lyndon Johnson, el sucesor de JFK, vivió y murió convencido de que tras el gatillo que apretó Lee Harvey Oswald estaban las barbas de Fidel.  


	Otra vez está sobre el tapete la vinculación de Fidel Castro con el asesinato del presidente John F. Kennedy. Es algo que se ha dicho y escrito incesantemente. Lyndon Johnson, el sucesor de JFK, vivió y murió convencido de que tras el gatillo que apretó Lee Harvey Oswald estaban las barbas de Fidel.  

Johnson no lo denunció a raíz del crimen para no verse forzado a invadir Cuba y provocar así otro enfrentamiento con la URSS. Recuérdese que el asesinato de Kennedy ocurrió a escasos trece meses de la Crisis de los Misiles, cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron a punto de desatar la Tercera Guerra Mundial.

El último autor en examinar esa hipótesis es el Dr. Brian Latell, historiador, profesor de Georgetown University y exjefe de los analistas de la CIA para América Latina, ya jubilado. Latell, quien hace sus afirmaciones en el libro Castro's Secrets, recién publicado por la editorial Macmillan, no asegura que el Comandante diera la orden de asesinar a Kennedy, sino que sabía perfectamente que tal cosa iba a ocurrir porque se lo habían comunicado sus espías. La principal, que no única, fuente de Latell para llegar a esta conclusión es un desertor de los servicios cubanos de contrainteligencia, el mayor Florentino Azpillaga, el hombre que dirigía la lucha contra la CIA dentro de la DGI castrista.

Castro tenía una buena razón para matar a Kennedy. El presidente de los Estados Unidos estaba intentando liquidarlo por medio de la mafia norteamericana, y él había recibido toda la información sobre esos planes, no sólo por medio de sus agentes, sino por medio de los propios mafiosos que fueron capturados por la policía cubana.

Los muy eficientes servicios de inteligencia cubanos, montados por el KGB soviético y la Stasi alemana, pero mucho más flexibles e ingeniosos, sabían perfectamente lo que planeaba la Casa Blanca bajo la dirección casi obsesiva de Bobby Kennedy, hermano del presidente y fiscal general de la nación.

En efecto: la dictadura cubana logró penetrar la CIA, el Pentágono, el Departamento de Estado, y hasta consiguió cooptar virtuales agentes de influencia en el Congreso y en el Senado de Estados Unidos. En el momento en que Azpillaga deserta, la CIA cree haber reclutado a 42 funcionarios cubanos. Azpillaga les explica que todos, sin excepción, son dobles agentes que llevan años tomando el pelo a la inteligencia norteamericana y burlándose de los polígrafos.

¿Por qué Oswald mata a Kennedy? Eso está clarísimo: por su devoción a la revolución cubana y porque cree que liquidando al presidente de los Estados Unidos salvará la vida a su amado Fidel Castro. Para Oswald, la muerte de Kennedy era un acto de legítima defensa.

¿Quién le dijo a Oswald que Kennedy quería asesinar a Fidel Castro? Los servicios secretos cubanos, que estaban en contacto con él. Oswald parece que hasta llegó a tener relaciones íntimas con una agente cubana radicada en México en calidad de funcionaria de su embajada. Los mexicanos incluso graban una jubilosa exclamación a esta dama cuando le notifican que el presidente ha sido asesinado.

Por amor a la historia, porque a estas alturas importa poco, la investigación que falta por hacerse –Latell no entra en el tema– tiene que ver con la muerte de Oswald a manos de Jack Ruby, un truhán de poca monta vinculado a la mafia. ¿Por qué Ruby mata a Oswald y se sacrifica? A juzgar por los antecedentes, una buena hipótesis es que lo hace para silenciarlo porque así se lo exige la organización a la que está vinculado.

¿Qué quería ocultar la mafia? Quería que las autoridades norteamericanas, y especialmente el poderoso Bobby Kennedy, no supieran que los gángsteres norteamericanos habían acabado pactando con La Habana, sencillamente porque los servicios cubanos de inteligencia tenían presos a algunos de ellos y podían hacer lo que le estaba vedado al FBI: comenzar a exterminar mafiosos en cualquier lugar del planeta.

Más aún: matando a Oswald, la mafia servía a dos amos contrapuestos al mismo tiempo. Por una punta ayudaba a Cuba eliminando a un incómodo castrista que acababa de asesinar al presidente de Estados Unidos inducido por La Habana, y por la otra salvaba a Bobby Kennedy del escándalo supremo de verse envuelto en una conspiración con la mafia para matar a un jefe de Estado extranjero, delito que hubiera podido llevarlo a la cárcel.

Todavía falta un gran libro sobre Ruby y sus conexiones. Ojalá Brian Latell se anime a escribirlo.


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