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ÚLTIMOS DÍAS DE UNA EXPOSICIÓN REVELADORA

Washington Irving y lo español

Cuando nos adentramos en el siglo XIX norteamericano en busca de lo hispano nos encontramos con una grata sorpresa: no sólo hubo hispanos en la génesis política de los EEUU (Bernardo Gálvez, Juan de Miralles, Diego Gardoqui, el Conde de Aranda, etc.), sino que los primeros ciudadanos libres de las Américas sintieron por lo hispánico una atracción especial, y así lo plasmaron en sus escritos y demás obras artísticas.

Cuando nos adentramos en el siglo XIX norteamericano en busca de lo hispano nos encontramos con una grata sorpresa: no sólo hubo hispanos en la génesis política de los EEUU (Bernardo Gálvez, Juan de Miralles, Diego Gardoqui, el Conde de Aranda, etc.), sino que los primeros ciudadanos libres de las Américas sintieron por lo hispánico una atracción especial, y así lo plasmaron en sus escritos y demás obras artísticas.
Washington Irving.
Decimos "una grata sorpresa" porque el investigador contemporáneo se ve influido por los continuos desencuentros entre los dos mayores grupos culturales presentes en EEUU. Y no podemos menos sino preguntarnos: ¿cuándo es que se produjo ese cambio de tendencia? ¿A qué se debió?

Cuando rastreamos el siglo XIX en esta parte del mundo damos con muchos encuentros nefastos entre esos dos mundos que pudieron servir de detonante de dicho cambios y dar al traste con la visión romántica de lo hispánico entre el pueblo norteamericano.

En primer lugar tenemos el antagonismo entre catolicismo y protestantismo. Los anglo-protestantes, que en un principio no veían en el catolicismo –del que supuestamente habían huido– una amenaza, pronto, cuando aquél empezó a crecer dentro y fuera de la Unión Americana, empezaron a desarrollar un sentimiento nativista y de legitimación que dio como resultado la formulación político-religiosa del Destino Manifiesto y la creación de partidos políticos xenófobos y anti-católicos, como el de los know-nothing.

El desarrollo de este planteamiento desembocó en la Doctrina Monroe (1823), con su "América para los americanos", que fue usada como arma arrojadiza mayormente contra España y no tanto contra otros poderes europeos. Las campañas políticas y bélicas contra España iban acompañadas de un gran despliegue propagandístico: fue entonces cuando surgieron las caracterizaciones negativas de lo español en las dime novels y la prensa amarilla. El impacto en las clases populares fue notable; también lo fue en miembros de la elite intelectual como Walt Whitman y O'Henry.

Por otro lado, las jóvenes repúblicas hispanoamericanas y los hispanos de los EEUU se sintieron traicionados por los anglo-americanos por las políticas agresivamente antihispanas de las distintas presidencias entre Monroe y McKinley. A la par que las masas hispanas de los EEUU y de los países hispánicos se sintieron amenazadas en su integridad física y nacional, desarrollaron una actitud anti-estadounidense que llega hasta nuestros días. Se atribuye a Porfirio Díaz la célebre frase: "Ah, México, tan lejos de Dios y tan cerca de los EEUU".

No obstante, la mayoría de los intelectuales norteamericanos, más imbuidos del romanticismo de corte europeo que la población en general, vivieron ajenos a estos avatares y continuaron durante todo el siglo XIX viendo en España y lo hispánico una fuente de inspiración y de enriquecimiento cultural. Washington Irwing, H. W. Longfellow, W. Prescott, R. Henry Dana, F. Bret Hart (de sus más de 240 cuentos , 60 son de temática hispánica, y creó más de 100 personajes típicamente hispánicos), H. E. Bolton, H. H. Bancroft, J. R. Lowell, W. D. Howels, G. Ticknor, R. C. Sands, Robert Montgomery, W. C. Bryant, Buckingham Smith, E. A. Poe, Melville, W. G. Simms, Lee Wallace, Helen Hunt Jackson, J. Gilmary Shea, etc., son algunos de los humanistas anglo-americanos de aquella hora que, como muchos colegas del norte y el centro de Europa, no se consideraban realizados si no se dedicaban profesionalmente a un tema del sur de Europa, y especialmente de España.

En septiembre de 1829, el Mercurio de Nueva York publica una carta de "P. S. D" al director de la Revista Enciclopédica de Filadelfia en la que puede leerse: "Nuestra literatura avanza poco a poco; nuestros progresos son más notables en las ciencias útiles que en las artes de puro agrado. Les falta a nuestros escritores ver la Europa; pero por desgracia estamos muy lejos. Mr. Washington Irving se ha granjeado mucho honor con su historia de Cristóbal Colón". Fue tal el éxito de ese libro que, en el periodo 1828-1850, sólo en Inglaterra conoció 23 ediciones; además, fue traducido al francés y al alemán y utilizado como libro de texto en las escuelas.

Es en este contexto que se encuadra la exposición "150 W. I. Washington Irving y la Alhambra 1859-2009", que está a punto de cerrar sus puertas (el próximo día 28). Se trata de un recorrido bio-bibliográfico por la vida del célebre escritor presentada cronológicamente y bien documentada. Su biógrafo, Stanley T. Williams, define a W. I. como romántico, cosmopolita y moderno, y la exposición se encarga de confirmarlo.

Los anglo-americanos y los hispanos de hoy pueden comprobar cómo en Washington Irving se conjugaban las ansias por conocer al otro y meterse su piel con un amor al terruño no excluyente.


© Semanario Atlántico

ARMANDO MIGUÉLEZ (miguelez@semanarioatlantico.com), doctor en Literaturas y Culturas Hispánicas.

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